Ella tiene azul el corazón. Su madre piensa que es por los días que pasa tumbada al borde de la piscina, intentando broncearse. Bromea diciendo que, en vez de morena, tendrá la piel de un Avatar. Ella intenta reírse. La mayoría de los días no puede. Su madre se preocupa. La observa desde la ventana de la cocina y a veces la confunde con un cadáver, inmóvil sobre la toalla.
Nadie le arranca una palabra desde hace meses. La voz no atraviesa las espinas que le arañan la garganta. Intenta escupirlas, pero solo sale agua. Sospecha que ya no le queda sangre, que su cuerpo ha dejado de serlo para convertirse en un vaso. Lo olvida. Prefiere imaginar que es una sirena. Las sirenas son hermosas. Las sirenas pueden tener a cualquier hombre que quieran.
Ella no. Está siempre a la sombra de la soledad. Por eso tiene el color del hueso. Solo ve a su madre y ni siquiera es capaz de mirarla. Teme ahogarse en sus ojos cerúleos, decepcionados e intranquilos. No sabe si son color cielo o azul marino, igual que desconoce si tiene pulmones o branquias. La ignorancia la inunda.
Antes no era así. Ella sonreía, y hablaba, y salía con sus amigas, y se bañaban todas juntas en la piscina, y se iban de vacaciones a la playa, y discutía con su madre, y veía películas, y perdía el tiempo con el móvil, y se maquillaba, y le encantaba ir de compras y estrenar ropa, y lo miraba desde lejos y sonreía. Era un hada a la que las flores tiñeron las mejillas y de cuyos pétalos hizo vestidos para las fiestas. No vio las espinas hasta que se le enquistaron en la garganta y nadie creyó lo que decía la mudita.
El silencio era su única compañía hasta que este también la abandonó. El murmullo de las olas la acosa ahora. Moja un pie desde la orilla, el agua está tan fría que por un instante se siente viva. Quizás las ondas tengan razón. Intenta zambullirse en el mar. Se golpea la cabeza contra el bordillo. Los labios prueban la espuma que emana de la boca. El géiser torna el ambiente cálido. Las moscas se acercan a la chica que descansa en el fondo de la piscina. Su madre no quiere llorar, todo lo líquido se vuelve maldito. Pero más de la mitad de su cuerpo es agua. Y siempre lo será.
Este cuento bebe mucho de lo onírico, así que siento que no tiene mucho sentido dar explicaciones sobre nada. Pero me gustaría aprovechar este espacio para recordar que si tú o alguien que conoces está luchando contra problemas de salud mental, hay ayuda.